La semana pasada se celebró un acto público en el que se recibía el legado personal del arquitecto Javier de Mesones en el Archivo Municipal de Valladolid. Fue un urbanista de larga trayectoria, conocido especialmente en los años 60 a 80, que redactó el Plan Comarcal de Valladolid, aprobado definitivamente en 1970. Se trataba de un plan que sustituía al de Cort (de 1939), pero que tenía como novedad importante la de incorporar en el mismo documento la ordenación de 13 municipios del entorno. Por imposición de la Dirección General de Urbanismo pasó a ser, por tanto, Plan Comarcal. Décadas después, el Instituto Universitario de Urbanística recibió el encargo de la Junta de Castilla y León de elaborar unas “directrices subregionales” de ordenación territorial (Dotvaent), que ahora implicaban a 23 municipios. Fue un trabajo muy desarrollado, que mereció elogios por su desarrollo técnico. Pero que no condicionó de forma significativa (salvo las protecciones) el urbanismo de la comarca. La idea de enfrentamiento entre municipios siguió viva.
(Abajo: Plano de etapas del Plan Mesones de 1970 -una curiosidad: Parquesol iba en la última etapa-. A la derecha, portada de las Dotvaent y plano de suelos protegidos).
Este tipo de planes supramunicipales, que ninguna administración los considera como propios, tienen ventajas e inconvenientes. Hubo años en que algún organismo (supramunicipal) aprobaba y gestionaba el planeamiento comarcal (un ejemplo notable: Coplaco, en Madrid). Pero cuando se limitan a “directrices”, todo es diferente. Los ayuntamientos se ven fuera. Y la administración regional no quiere invadir competencias municipales. De manera que la ordenación de la comarca se formula simplemente por adicción.
Hubo una época en que la idea del plan comarcal triunfaba. El caso más conocido es, sin duda, el de Londres de la posguerra. Se pretendía equilibrar el crecimiento, descentralizar la gran ciudad, y potenciar las ventajas de la ciudad y el campo. En 1942 “se dieron instrucciones” para planificar la “capital del imperio”, así como proveer “una localización comercial e industrial grandiosa”. Abercrombie firmó un Plan del Condado y al año siguiente otro Plan de la Región del Gran Londres. Entre ambos se diseñaban las nuevas autopistas, el control de las densidades de los espacios urbanos, las “nuevas ciudades satélites” y la creación de un “cinturón verde” (green belt, con una profundidad entre 5 y 15 km) que sirvió de modelo durante décadas.
(Abajo: Los anillos de densidades máximas en torno a Londres, el Green Belt, y un plano del análisis “social y funcional”. Abajo a la derecha, el “Plan de los dedos” de 1947 -otro plan regional- de Copenhague).
Ahora no cabe esperar ningún instrumento de ordenación conjunta con esa capacidad ordenadora. Ni siquiera en los ámbitos en que podría venir bien: el industrial-productivo, el de los equipamientos territoriales o el de la vivienda. En 2015, en el proceso de redacción del nuevo PGOU de Valladolid se estudiaron los planes vigentes en los distintos municipios del entorno. Se realizaron visitas a los 23 ayuntamientos. Y desde entonces, cuando se plantea alguna intervención urbana que se sitúa en los bordes del término municipal de Valladolid, se pide informe al Ayuntamiento. Pero no más. Eso sí, con la aprobación de la Mancomunidad de Interés General “Valladolid y Alfoz”, se abre un nuevo espacio en el que podría tratarse este mismo asunto: la mayor colaboración y debate en la ordenación urbanística conjunta (25 municipios).
(Abajo: resumen de la clasificación de los municipios del entorno en 2015, y cuadro de la situación del planeamiento en esa fecha. Procedente de la información del PGOU de Valladolid 2020).
Pero hasta que se profundice en tal empeño, lo más procedente parece, en mi criterio, evitar posibles conflictos derivados de esa ausencia de planeamiento, o de criterios de ordenación, conjuntos. Una propuesta, por tanto, “de buena vecindad”. Para lo que, en primer término, habrá que actualizar de nuevo la situación del planeamiento que ya se analizó en 2015 (y 2017) para la elaboración del PGOU de Valladolid. Elaborando, de nuevo, un plano de conjunto e indicando las posibles disfunciones.
(Abajo: Planos de ordenación de distintas fechas de Cabezón, Cigales y Cistérniga -primera línea-, Laguna de Duero, Villanueva de Duero y Boecillo -segunda línea-, Valdestillas, Villanubla y Wamba -tercera línea-, y Simancas, Renedo y Zaratán -cuarta línea-. La mayoría firmados por el arquitecto J. A. Flórez).
(Imagen del encabezamiento: Síntesis de la clasificación del suelo de los municipios de las Dotvaent en 2017. Plano de trabajo del PGOU de Valladolid, 2020).