Cuando Levitsky y Ziblatt escribieron Cómo mueren las democracias (Planeta, 2018; or. del mismo año) no se había producido el asalto al Congreso de los Estados Unidos. Pero lo veían venir. Su tesis final se fundamenta en que solo el respeto a una serie de normas no escritas, “convenciones políticas no escritas” pero perfectamente conocidas por todos, salvaguarda las democracias. Porque esa serie de normas no escritas, aun siendo subsidiarias constituyen, sin embargo, la atmósfera que hace posible la vida en el universo de la democracia.
Y así citan situaciones que no deberían haberse dado. Como algunas normas sobre la tolerancia mutua (por ejemplo, el encontronazo por la “Ley del Lavabo”, que prohibía a los gobiernos locales permitir a personas transgénero usar los aseos públicos de acuerdo al sexo con el que se identifican). O de contención institucional (la negativa del Partido Republicano a permitir a Obama cubrir la vacante del Supremo). La política hiperpartidista del mandato de Trump. La desconfianza mutua creciente, la búsqueda del descrédito personal a toda costa (se llegó incluso a la acusación a Biden), la relativización de la defensa universal de la igualdad (la “precisión casi quirúrgica” de las reformas electorales que afectaban al electorado afroamericano), la “descarada toma del poder” (New York Times) por la que se aprobaron medidas contra el gobernador demócrata entrante Roy Cooper. La polarización extrema (“ni siquiera pronunciar la oración de las mañanas; hay que convertirlo todo en una lucha”), los argumentos simplistas y las soluciones naïf. Como decíamos, ninguna de estas situaciones debería haber llegado a producirse. Al menos en los términos en que se dieron.
Pero es que también pueden verse signos y casos semejantes en nuestro país. ¿Tolerancia? El Movimiento contra la Intolerancia advierte que en 2020 ha detectado en España un aumento del “discurso de odio” en Internet y redes sociales. ¿Contención institucional? “Nunca se vio más alineados a miembros del poder judicial en la batalla política” (José Luis Villacañas). ¿Hiperpartidismo? Habla Anne Applebaum de “la seducción totalitaria”. ¿Búsqueda del descrédito personal? “El objetivo es echarlos del país, ‘si Iglesias cree que los escraches son el jarabe democrático, pues aquí tiene jarabe’, dice uno de los que participan a diario en las concentraciones, durante meses”. ¿Relativizar la defensa de la igualdad? “Juezas y Jueces para la Democracia (JJpD) rechazan que los menores extranjeros no acompañados sean un problema social y lamentan que haya quienes los quieran convertir en ‘una especie de chivo expiatorio, a través de mecanismos xenófobos de instrumentalización emocional». ¿Polarización extrema? “La polarización extrema es el regalo que la campaña de Madrid ofrece a toda España. Se habla mucho de libertad, pero lo que tiene más éxito es dejar claro que los otros partidos no son simples adversarios políticos, sino los enemigos de todo lo bueno que ha creado el ser humano”. ¿Argumentos simplistas y soluciones naïf? “No hay términos medios. Se dirigen a personas que pueden sentirse defraudadas por la política y a las que el populismo les ofrece soluciones simples y un chivo expiatorio. Un culpable a esos males”.
El libro relata el camino, los riesgos y el resultado, que a los pocos meses se vio de forma dramática. Nos recuerdan los autores que los valores de la libertad y la igualdad se justifican por sí mismos, “pero no se ejecutan solos. La tolerancia mutua y la contención institucional son principios procedimentales: indican a los políticos cómo comportarse, más allá de los límites de la ley, para que las instituciones funcionen”.
(Imagen: “Q-Shaman ‘aúlla’ ante un agente de seguridad tras penetrar en el Capitolio. Procedente de euronews).