Blog de Manuel Saravia

La mejilla, el paisaje, la dignidad, el lebrel cansado

Esta semana se ha conocido la intención de municipalizar la sociedad Nevasa y la funeraria, el tanatorio y los cementerios de las Contiendas, del Carmen y de Puente Duero. Creo que es una buena noticia.

Rodeados de muerte. El último año hemos convivido más intensamente con la muerte. Las informaciones y los comentarios se han centrado en las estadísticas de fallecimientos. Pero también en la dramática forma en que muchos se han ido. En soledad. Y por eso hablar ahora de cualquier cosa que tenga que ver con la muerte, en medio del dolor de tantos, puede parecer inconveniente. Pero no hacerlo, cuando hay que resolver, tampoco ayuda a quienes sufren y han sufrido.

Las dos fases de la despedida. Tras el fallecimiento, como es sabido, se viven dos fases del adiós. Una inmediata, la despedida. En la que hay que hacer trámites (certificados, licencias, esquelas), acondicionar el cadáver, disponer féretro y traslado, decidir si inhumación o incineración y organizar los actos de la separación. La segunda, determinar el lugar y la forma en que descansarán los restos. Hay quien prefiere un espacio singular o fundirse con el paisaje. Pero todavía la mayoría prefiere descansar en un cementerio (la palabra viene del griego: significa dormitorio). Allí, hasta que se consume el olvido.

El coste es crítico. El coste de los servicios funerarios y de propiedad o mantenimiento del nicho o la tumba (es decir: el coste de las dos fases de la despedida) no es menor. Y en este punto encontramos la mejor razón (no la única, por cierto) para la municipalización de Nevasa. Lo dijo María Sánchez al hacer pública la medida: “Actualmente la oferta del socio privado contiene una fórmula de revisión de las tarifas que limita la capacidad del Ayuntamiento de Valladolid para decidir las que en cada momento pueden ser exigidas a los usuarios. Si bien el actual socio privado ha sido flexible a la hora de exigir esa revisión, la venta de las acciones a otro socio podría hacer variar esa dinámica”. Porque además, en algunos momentos, como los actuales, “es especialmente necesario tener la capacidad de decidir una política tarifaria que prime aspectos sociales, para atender a situaciones de unidades familiares con dificultades económicas”. Evitar el dolor sobre el dolor.

El sentido del servicio público. Al conocer esta noticia, tan fácil de entender y apoyar, hemos visto, sin embargo, tres tipos de reacciones adversas. La primera, minimizar la decisión. Al parecer es todo tan fácil que probablemente habría que pedir perdón por hacerlo público. Saber ver la oportunidad y arbitrar los mecanismos y el presupuesto para llevarlo a cabo no es tan sencillo (¿lo habrían hecho otros gobiernos?). Pero en fin. Perdón. La segunda reacción, esperable: “El equipo de gobierno cuando municipaliza algo lo estropea”. Magnífico argumento. Profundo, sensato, bien analizado todo. Parece infantil, pero no lo crean. Está muy bien trabajado. Consiste en no decir nunca que algo está bien, pase lo que pase. Y por último están quienes exponen que “falta una explicación” (¿no saben leer?), y exigen “no hacer una competencia desleal al resto de las empresas del sector”. Está claro. Hay partidos que al parecer no entienden el significado del servicio público.

Imágenes del descanso. Se conocen buenas descripciones de las distintas formas de cuidar los restos de las personas fallecidas. En ocasiones se quiere que sean esparcidos en el paisaje. Pero otras veces se prefiere tener cerca la urna, el vaso: “Yo sueño con un vaso humilde y simple arcilla, / que guarde tus cenizas cerca de mis miradas; / y la pared del vaso te será mi mejilla, / y quedarán mi alma y tu alma apaciguadas” (Gabriela Mistral). Suelen apreciarse los cementerios verdes, paseables, “verdadera ciudad poética de cada ciudad” (Juan Ramón Jiménez). Pero también los viejos cementerios: “En torno de la iglesia esparce el cementerio / Sus tumbas viejas, caídas en la hierba / Como lebrel cansado ante los pies de su dueño” (Cernuda).

En cualquier caso se pretende dar forma a la “retórica de sombra y de mármol (que) promete o prefigura la deseable dignidad de haber muerto” (Borges). Pero siempre, sea cual sea esa forma de la dignidad, la despedida pasa por los servicios funerarios. Y el Ayuntamiento está obligado, también por dignidad institucional, a facilitar ese trance y evitar la competencia desleal (permítanme decirlo ahora así) con los familiares, amigas o amigos de los fallecidos.

(Imagen del encabezamiento, procedente de la web de Nevasa).

 


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