El debate sobre la renta básica viene de atrás. Algunos lo remontan al siglo XVIII, cuando los republicanos planteaban la conveniencia de instaurar “una especie de derecho de existencia social, públicamente garantizado”; o “un ingreso material incondicionalmente asignado a todos los ciudadanos por el solo hecho de serlo” (Tom Paine). Después ha habido muchos más economistas que han vuelto a ocuparse del tema, incluso de la categoría de Galbraith, Milton Friedman o Bertrand Russell. En las últimas décadas también se ha vuelto a hablar del asunto, con un grupo significativo de economistas que abogaban por su implantación, con los nombres de Van Parijs, Daniel Raventós o Jordi Sevilla entre los más destacados.
La renta básica es un ingreso pagado por el estado a cada miembro de pleno derecho de la sociedad (personal, no por familia), sin tomar en consideración si es rico o pobre (es decir: independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta), y sin importar con quién conviva. Se concibe como un derecho de ciudadanía, y como el derecho al sufragio universal, por ejemplo, no impone condición alguna para su ejercicio.
Se volvió a hablar del tema con insistencia en 2019; sobre todo a partir de la propuesta de la Airef (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal), presentada por su entonces presidente, José Luis Escrivá, actual ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. Planteaba “una renta contra la pobreza compatible con empleos de sueldos bajos”, en respuesta a la propuesta sindical (UGT y CCOO) de crear una “renta básica para desempleados de larga duración” (no universal, por tanto). Se escucharon entonces, de nuevo, múltiples valoraciones de expertos (Piketty entre ellos), sin acabar de cerrar el debate.
Pero cuando se ha acelerado de forma imparable la deliberación sobre esta cuestión ha sido en los dos últimos meses, vinculándola a la crisis de la Covid-19. La renta básica universal, “una suerte de garantía de ingresos a los ciudadanos por el mero hecho de serlo, ha sumado más adeptos en apenas unos días que en años, dando un salto exponencial en el debate público” (Ignacio Fariza). Guy Standing (profesor de la Universidad de Londres y defensor de la renta básica desde hace 40 años) ve también un cambio de patrón en estas semanas: “Muchos políticos, economistas y medios de comunicación que en el pasado han sido hostiles a la idea, ahora la defienden”. El exministro del PP Luis de Guindos, actual vicepresidente del BCE, es uno de los casos más sorprendentes.
Y otro economista y político que también ha cambiado de criterio en estos días ha sido Toni Roldán (exportavoz de economía de Ciudadanos), quien ha escrito lo siguiente: “Hablamos de alrededor de dos millones de trabajadores que probablemente no tendrán renovación en cuanto se acabe el contrato. En el ámbito del trabajo doméstico, la situación es todavía más delicada. El 90% del empleo del hogar lo realizan mujeres, el 50% de ellas son inmigrantes, y a diferencia del resto de trabajadores asalariados, carecen de protección por desempleo en caso de despido. Mucha otra gente también vive al día, con parte de sus ingresos provenientes de la economía informal y se encuentran en estos momentos con el agua al cuello” (“¿Una renta básica universal para la pandemia?”, El País, 31 de marzo de 2020).
La propuesta que prepara el Gobierno de establecer ahora un ingreso o renta mínima vital es decisiva. A muchos hogares no les llega para vivir con las prestaciones de Seguridad Social. Y es esencial que esta renta se contemple como «prestación estructural», pues su necesidad supera una concreta situación coyuntural. Hay que ser cautelosos, pues «cualquier cosa no es renta básica», como advierte Raventós. Pero, con todo, nos quedamos con el optimismo del belga Philippe van Parijs (citado más arriba; autor de Ingreso básico. Una propuesta radical para una sociedad libre y una economía sensata, Barcelona, 2018): “Creo en el utopismo oportunista. Las crisis pueden proporcionar oportunidades para grandes avances y debemos aprovechar el impulso”.
(Imagen del encabezamiento: Inauguración del centro de atención a empleadas domésticas, de SEDOAC. / Ayuntamiento de Madrid. Procedente de eldiario.es).
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