La exposición de Eva Lootz que se inauguró el pasado 22 de febrero, parte en el Museo del Patio Herreriano y parte en el Museo Nacional de Escultura, “El reverso de los monumentos y la agonía de las lenguas”, es magnífica. La propia autora la enmarcó y explicó en una conferencia el jueves 5, donde también confesó su voluntad, desde que empezó, de dejar hablar a la naturaleza a través de su actividad artística. La artista como mediadora, sin más. Eso es la exposición: cosas de la naturaleza que la artista expresa por medio de la presentación de materiales naturales, como las arenas que fluyen (otras veces ha trabajado con el hielo que se derrite o el mercurio que tiembla, siguiendo las leyes del tiempo, el calor o la gravedad). Los reflejos de los espejos. La naturaleza en algunos materiales básicos, como el cobre o el fieltro, incluso la brea, “que se aprecian a través de sensaciones y experiencias vivenciales”. Porque ser artista, ha dicho, “es un abrirse radical a las cosas y a los otros”. Al mundo.
También se dice en la presentación de la exposición que en ella se ofrece “un elenco notable de posibilidades discursivas y narrativas”. Y seguramente es verdad. Porque reúne en tres instalaciones una serie de “piezas” nuevas (“pensadas para el espacio”) junto a otras anteriores (esas “lenguas” enormes, alguna de las cuales pertenece a la Colección Arte Contemporáneo, que se guarda en el propio Herreriano), muy sugerentes. No voy a entrar en la historia (o las historias, o las explicaciones) que subyacen a los elementos expuestos (por qué esas lenguas, por qué ese suelo de betún, por qué los espejos de San Gregorio, por qué los “tres conos”), aunque aseguro que las explicaciones que se dan son extraordinariamente atractivas.
Porque creo que, aun con una artista de la talla de Lootz, estaría bien, pienso que sería muy útil, volver a recordar el sentido de su arte. Incluso el de todo el arte conceptual (esa bestia que sigue siendo negra), en general. Su significado, su lógica. Para qué sirve. ¿Sirve para algo? Porque creo que si no se hace un esfuerzo por esa divulgación parece que tal genio se encierra en círculos ensimismados y aislados de la mayoría de la población. Y es una pena. Eva Lootz es Premio Nacional de Bellas Artes. Pero ese reconocimiento no es bastante. A esta especie de arte que vive su existencia más plena en la mente de los artistas y en la de su audiencia, y que exige del espectador un tipo de atención especial, no le basta con su exposición discreta en galerías o museos.
El arte conceptual es un movimiento artístico “que avanza casi por combustión espontánea” (lo decía Robert Smith). Cuando prende, se transmite de manera rápida y no hay quien lo pare. ¿Qué pasó con ese plátano que expuso Maurizio Cattelan en Miami y se comió, en plena exposición David Datuna? ¿Era canibalismo? Su origen hay que situarlo en 1017, con el urinario de Duchamp (“el hombre más inteligente del siglo”), ese artista que alegaba estar “más interesado en las ideas que en el producto final”. Concepción y sentido tomaron desde entonces la delantera sobre la forma plástica, lo mismo que el pensamiento se antepuso a la experiencia de los sentidos. Se revitalizó el arte con la utilización del humor y la ironía, con los temas autobiográficos, con el lenguaje.
Y Eva Lootz ha sido calificada, precisamente, como “artista del lenguaje”. La subjetividad e identidad femeninas formarán parte esencial de su obra. Siempre arropada por unos títulos muy sugerentes. Hizo para televisión una historia que se llamaba Oeste, en la que analizaba el recorrido del sol en relación a un barrio. También realizó un vídeo titulado “Viajes de arena”, que trataba de la desaparición de las cosas bajo la arena. Los “Viajes del agua”. En la conferencia del jueves pasado en Valladolid recordó (“Entre-manos”) los juegos del cordel. Otras obras se titulaban “Nadar sabe mi llama el agua fría”; “La batalla de los árboles” (supongo que en recuerdo de Robert Graves); “Casa que se apoya en una palmera”. Palabras que iban iluminándose «en lentas oleadas». “La trampa en la sonrisa”. O esto: “Barro, dijo ella”. Y también: “Nudos”. ¿No dan ganas de ver qué contienen?
No sé. Creo que puede decirse (lo sé, es un exceso) que de alguna manera todo deriva de aquel urinario del 17. En Lootz todo funciona a partir del “pensamiento como fuerza activa”. Por favor, ¿podría hacerse más didáctica sobre esta forma del arte? Gracias.
(Imagen: “Tres conos”. Procedente de https://elcultural.com/eva-lootz-sobre-el-terreno).
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