Últimamente nos ha visitado durante 12 días Philip Alston, relator sobre extrema pobreza de las Naciones Unidas. Sus conclusiones han sido durísimas para nosotros. De lo que le dijeron, la frase que más le impactó fue ésta: “Cuando hay trabajo, España necesita inmigrantes, pero a nadie le interesan nuestras condiciones de vida”. Y tras la visita nos decía que, por lo que ha podido comprobar, las condiciones en que viven los trabajadores de la fresa «rivalizan con las peores» que ha visto en otras partes del mundo. ¿Qué nos pasa?
Hace unos pocos meses Joaquín Estefanía comentaba en El País (“La trampa de Tucídices”, 6 de octubre de 2019) que China “parece estar poniendo en cuestión las teorías del gran economista indio Amartya Sen, premio Nobel de Economía, que ha defendido que para que haya un crecimiento económico sostenido, las reformas políticas y sociales deben preceder a las reformas económicas”. Sospecha Estefanía que tal principio no se cumple con China, “que sigue siendo una dictadura de partido único que no respeta los derechos humanos».
Quizá lo más conocido de Sen sea su demostración de que las hambrunas no ocurren en las democracias. Pues, nos dice este economista desde hace varias décadas, nunca ha habido una hambruna grave en un país democrático, ni pobre, ni rico. La verdad es que es una teoría preciosa. Pero que además es cierta. Y que, según creo, China no la pone en cuestión, por mucho que crezca y diga lo que diga Estefanía. El mismo Sen se ha esforzado en sus últimos libros, artículos y entrevistas, en negar la mayor, hablando tanto de China como de India. “La participación democrática -insiste-, la libre expresión y el estado de derecho son en gran parte realidades en la India, y aún en gran medida aspiraciones en China. India no ha tenido una hambruna desde la independencia, mientras que China tuvo la mayor hambruna en la historia, de 1958 a 1961, cuando el desastroso Gran Salto Adelante de Mao mató a unos 30 millones de personas”. (“Why India Trails China”, New York Times, 19 de junio de 2013).
Y le da más vueltas a sus proposiciones (“What India Can Learn From China”, Huffington Post, 24 de febrero de 2014). La democracia, dice, si bien, como en la India, “previene la peor hambruna provocada por el hombre”, puede no funcionar en absoluto “respecto a la alfabetización, los derechos de las mujeres, la atención médica básica o los servicios e infraestructuras públicas efectivas”. Tanto en China como en la India ha habido un rápido crecimiento del PIB, pero también se ha visto “corrupción generalizada, desigualdad y el problema del princeling: el 30% de los miembros del parlamento de la India son ‘principitos». De ahí que haya que concluir que «la práctica democrática india ha fallado».
Porque (y aquí está lo que más nos interesa) “lo que logra un sistema democrático depende de qué temas se involucren en el compromiso político. Algunos temas son extremadamente fáciles de politizar, como la calamidad de una hambruna (que tiende a detenerse abruptamente con la institución de un sistema político democrático en funcionamiento, como ha sucedido en varios países, incluida la India), mientras que las adversidades menos espectaculares implican un desafío mucho más difícil”. Por ejemplo -sigue- “se requiere un compromiso político mucho mayor y una comprensión social más completa” para presionar democráticamente en orden a “remediar la desnutrición no extrema, las persistentes desigualdades de castas o la ausencia de atención médica regular para todos”. Y ahí estamos.
Y ahí enlazamos con la visita del relator de la ONU. En el capítulo 4 de su libro Desarrollo y libertad (Planeta, 1999), que se dedica a “La pobreza como privación de capacidades”, nos dice que no es únicamente un problema de ingresos. Pues “además de la falta de renta” (subrayado suyo), hay que atender a todo lo demás. “La renta no es el único instrumento que genera capacidades”. Y las “condiciones de vida” que se ha encontrado Alston en España se refieren tanto a las desigualdades económicas (los 30 euros al día de los jornaleros inmigrantes) como a la “pobreza de capacidades” que señala Sen. Porque en algunos casos “viven como animales”. Y no vale “culpar al otro”, a otras administraciones. Pues simplemente se trata, como creo que diría Amartya Sen, de que no falle la práctica democrática, involucrándose de lleno en el compromiso político la superación de unas condiciones «simplemente inhumanas».
(Imagen: Amartya Sen, LSE Library @ Flickr Commons).