Blog de Manuel Saravia

Ser elegante

Supongo que en eso consiste el amor: decir únicamente su nombre y que ella (o él) lo oiga con emoción; oír tu nombre de sus labios y despertar. Porque con el nombre viene detrás la fuerza de un mundo completo. Un universo entero. «Creo que lo primero que escribí por decisión propia fue el nombre de una chica”. Llenaba hojas enteras con su nombre. “Llegaba a creerme que bastaba con escribir una y otra vez aquel nombre para que luego, al salir a la calle, su poseedora se viera forzada a venir a mí, arrebatada por la fuerza que generaba esa repetición sin fin, que era la fuerza hipnótica de la lluvia, o de la arena que erosionaba las piedras». (G. Martín Garzo, en El libro de los encargos).

Y lo cierto es que, efectivamente, un nombre, una sola palabra, constituye un mundo y lo construye. Y mueve constelaciones. Los minimalistas así lo creen (lo creemos). Cuando Helen Frankenthaler pinta un campo (Springscape), una superficie verde mínimamente manchada de otras pinceladas y tonos (con la técnica de la “tela cruda”) sabe que la sencillez y la reducción, el mínimo de orden y complejidad (desde el punto de vista morfológico), el alejamiento del ruido y de las distracciones potencia la vida interior del cuadro.

En la misma línea, para el urbanismo y el paisaje hay que citar la impresionante Line Made by Walking de Richard Long (ver la imagen del encabezamiento). En música The Poet Acts de Philip Glass. En cuentos, el dinosuario de Augusto Monterroso (“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”: se acabó). En poesía, los innumerables haikus (“Con viento de otoño / recojo una piedra”, de Taneda Santôka, por ejemplo).

¿Y en los blogs? Se trataría, en efecto, de construir también aquí en cada entrada un lugar, un mundo, con muy pocos elementos, básicos, sencillos, pero de tal forma que se consiguiese la profundidad, la emotividad precisa. Actuar como pedía Mies Van der Rohe, cuando decía (juguetón él) que “menos es más”: menos elementos, más densidad intelectual o sentimental.

Pues allá vamos: Reivindicamos sencillamente en esta entrada el que podríamos denominar «principio elegancia». Reclamamos la elegancia. De forma que se considere más elegante actuar con la mayor eficacia social y ambiental consumiendo la menor cantidad de recursos. Y así podríamos decir, si se nos permite, que la elegancia es minimalista. Y el minimalismo elegante. Como decir, simplemente, su nombre.


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