No se trataba sólo de ideas, sino de cómo esos pensamientos estaban enraizados o encarnados en las personas que los defendían. Y no se trataba sólo de actividad política, sino de cómo los proyectos de futuro se vinculaban a la idea de una ciudad mejor, en todos los sentidos. Los valores republicanos, que en Valladolid encarnó como pocos el alcalde Antonio García Quintana, no son nada si se desgajan del fondo ciudadano que los alimenta.
Cuando estudiaba el desarrollo urbano de Valladolid en el siglo XX tuve ocasión de consultar un legajo del Archivo Municipal (nº 964, caja 766) ciertamente conmovedor. Según figuraba escrito a mano en el exterior, se trataba de la “carpeta que entregó la señorita Ana María”, taquimecanógrafa del Ayuntamiento. Era de cartón blando, con gomas, y creo recordar (aunque no lo aseguro) que de color rojo desvaído. La había recogido aquella funcionaria del domicilio de García Quintana, y contenía los asuntos que estudiaba el alcalde cuando estalló la guerra en 1936. Como sabemos, al poco tiempo fue detenido y vilmente fusilado en el pago de San Isidro, y la carpeta quedó cerrada definitivamente.
La lista de documentos archivados en ella es impresionante, tanto por su amplitud como por el impulso modernizador que exhibía. Había referencias a la creación de nuevos grupos escolares (una de sus obsesiones), la instalación de una Escuela de Música y Bellas Artes en la iglesia de la Pasión, consolidación de la Feria de Muestras, construcción de un nuevo edificio de la Audiencia, otro para la Escuela Superior de Trabajo, una Estación de Autobuses, la dotación de nuevos mercados, el “problema” de varios cuarteles, un proyecto de ordenanzas municipales, otro (muy desarrollado) de nuevo abastecimiento de agua, un nuevo reglamento de tráfico, propuestas para resolver “la cuestión de los tranvías”, un estudio sobre el estado de los jardines, datos sobre el proyecto de Gran Vía y otro estudio de los solares disponibles para la construcción de casas baratas.
El impulso republicano que se manifestó en 1931 se mantenía vivo y vigente, cinco años después, en esa colección de documentos. Ésa es la cuestión, que tan bien resolvió aquel memorable alcalde: cómo recoger y expresar las aspiraciones ciudadanas en proyectos concretos, cómo guardar viva la ciudad en una carpeta.
(Imagen: Una vista de la ciudad en los años 30. La Plaza de España y el arranque de Duque de la Victoria. A la derecha se ve el mercado del Campillo. Foto procedende de www.funjdiaz.net)
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