Blog de Manuel Saravia

No ha entendido nada

Suele decir que se le calienta la boca, o algo así, y que dice lo que piensa o siente sin meditarlo mucho. Que le traiciona su espontaneidad. (Ya saben: lo mismo que dicen los groseros cuando sueltan una grosería: es que soy así de franco; cuando en realidad tendrían que decir: es que soy así de maleducado). Pero las declaraciones que ha hecho hoy Javier León no han sido ni espontáneas ni calientes. Estaban bien pensadas, y deben ser juzgadas estrictamente por lo que significan. Sin excusas. Y lo que significan es, en mi opinión, la valoración consciente del desprecio como arma política. El estímulo del envilecimiento. Por más que intento no entrar en cuestiones personales, esa actitud pública y política, consciente y decidida, del actual Alcalde debe ser comentada. No podemos pasarla por alto si defendemos un mínimo de dignidad en la política.

Veamos concretamente lo que ha dicho hoy. Según cuenta Europa Press, el Alcalde ha asegurado que sus difundidísimas declaraciones sobre la Ministra de Sanidad («Cada vez que le veo la cara -a Leire Pajín- y esos morritos… pienso lo mismo»), han tenido «un efecto bumerán» y podrían darle un mayor número de votos en las próximas elecciones municipales. O dicho de otra forma: cree que va a ser así, y con esta declaración intenta estimular a que así sea.

Lo cual supone, implícitamente, que se trata de un tema de poca importancia y que las críticas que recibió fueron excesivas (“se sacó de quicio”, ha dicho hoy). Y supone también que habrá gente que cambiará el voto que tuviese pensado, dirigiéndolo hacia él precisamente por haber hecho aquel comentario machista. ¿No se da cuenta de que este planteamiento es horrible? ¿No ve que con ese juego está dando alas a aquel tipo de comentarios? ¿No ve que da toda la impresión de que realmente no le pareció tan mal lo que dijo sobre Leire Pajín? ¿No se da cuenta de que sobre este asunto lo que tendría que hacer es callarse de una vez?

No ha entendido nada. No ha entendido que aquellas declaraciones no fueron, como dice ahora, “un exceso”, un problema de cantidad. No ha entendido que fueron un desastre completo, de principio a fin. No ha entendido que la educación y la cortesía no son un adorno innecesario, sino que forman parte del respeto personal a los demás. Ciertamente no ha entendido nada porque sigue tratando a mucha gente, y especialmente a algunos subordinados, con desdén muchas veces y humillación otras. No ha entendido nada porque, según parece con la insistencia en este tipo de declaraciones, el desprecio personal forma parte de su sistema de valores.

 

 


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