¿Qué decir del último libro de Naomi Klein, Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima (Paidós, 2015)? Veamos estos siete mensajes (en muchos casos, citas literales).
1. Asuntos pendientes. Hay muchos temas que dejaron pendientes los movimientos de liberación más potentes de los dos siglos pasados. Las ingentes inversiones que se requieren para responder a la amenaza climática (para que conjuremos la posibilidad de un calentamiento verdaderamente catastrófico, que aún estamos a tiempo de evitar) constituyen una oportunidad para cambiar esas viejas frustraciones y para que, esta vez, lo hagamos bien. Podrían traer el empleo y las viviendas que soñó Luther King; podrían hacer llegar el agua limpia a las comunidades nativas; podrían producir la redistribución equitativa de tierras agrícolas. Esta vez, bien.
2. Movilización. Para ganar se necesitará la convergencia de diversos sectores de interés a una escala desconocida hasta ahora. Con unos niveles de movilización social extraordinarios. Durante momentos históricos extraordinarios (como fue el de los años posteriores a la Gran Depresión o el momento álgido de la lucha por los derechos civiles), las categorías que habitualmente separan a los “activistas” de la “gente corriente” dejaron de tener sentido porque el proyecto de cambio de la sociedad arraigó en el proyecto mismo de la vida cotidiana.
3. Cosmovisiones. Tenemos que temer que nuestra clase política sea absolutamente incapaz de implementar esos planes, porque para ello tendría que desaprender los postulados básicos de la asfixiante ideología del libre mercado que ha presidido su ascenso al poder. Pero no solo se trata de las personas a quienes votamos. Se trata también «de nosotros mismos». ¿Estamos a la altura de las circunstancias? No habrá ningún intento de hacer frente al desafío climático que fructifique si no se entiende como parte de una batalla mucho más amplia entre cosmovisiones enfrentadas, como un proceso de reconstrucción y reinvención de la idea misma de lo colectivo, lo comunitario, lo comunal, lo civil y lo cívico tras tantas décadas de ataques y abandono.
4. Batallas. ¿Cómo se cambia una cosmovisión, una ideología que no se cuestiona? En parte, eligiendo correctamente las batallas políticas iniciales: luchando en aquéllas que no aspiran simplemente a cambiar leyes, sino también a modificar pautas de pensamiento. Eso significa que embarcarse en una campaña a favor de un impuesto mínimo sobre el carbono puede ser mucho menos útil que, por ejemplo, formar una gran coalición dedicada a reivindicar la instauración de una renta mínima garantizada. Gran parte del trabajo consiste en mantener debates abiertos en los que puedan explicarse y hacerse públicos nuevos relatos.
5. Soledad. Nadie debería enfrentarse en solitario al fin del mundo tal como lo conocemos. «La negación puede entenderse como un testimonio de nuestra capacidad humana para la empatía, la compasión y una sensación subyacente de imperativo moral de reacción, aun cuando no la pongamos en práctica».
6. Cultura. Los movimientos transformadores del pasado entendieron que el proceso de cambio de los valores culturales era un elemento central de su labor. Y no rehuyeron el lenguaje de la moralidad. Dieron descanso a los argumentos pragmáticos, de mero coste-beneficio, y hablaron del bien y del mal, del amor y de la indignación. Algunos abolicionistas atacaron la esclavitud inicialmente con argumentos de rentabilidad, puramente económica. Pero pronto fue cobrando fuerza la denuncia de las falsas morales de la esclavitud y la corrosiva cosmovisión que las hacía posibles.
7. Plazas. En los últimos años ha habido muchos momentos en los que diferentes sociedades han decidido de pronto que ya estaban hartas y lo han expresado abiertamente, desafiando todas las previsiones de expertos y analistas (primavera árabe, el “movimiento de las plazas” de algunas ciudades europeas, Occupy Wall Street, movimientos estudiantiles de Quebec o Chile, etc.). Son esos raros momentos políticos “en los que el cinismo parece derretirse con solo tocarlo” (Luis Hernández Navarro). Nadie sabe cuándo surgirá el próximo momento de efervescencia de ese tipo. Lo que sí sabemos es que, en un mundo que se calienta año tras año, no faltarán los desencadenantes potenciales. La próxima crisis nos llevará de nuevo a las plazas, y volverá a cogernos por sorpresa. Pero, atención, no podemos dejar escapar ese momento. No solo para denunciar lo mal que está el mundo, sino que debe ser el catalizador que facilite la reacción que nos conduzca a construir realmente el mundo en el que todos podamos estar seguros.