Blog de Manuel Saravia

Protocolo de uso de la Plaza Mayor de Valladolid

PRIMER BORRADOR
18 DE JUNIO DE 2015

1. Significado de la plaza. La plaza es el corazón de la ciudad. Y si ésta crece y se multiplica en barrios, cada una de las nuevas plazas seguirá siendo el centro del mundo. Un espacio civil en que se congrega la ciudadanía. De ahí que sea frecuente resaltar de las plazas sus funciones de relación social, comercial (de mercado), para albergar espectáculos, su función estético-representativa o político-asamblearia, de ocio (tiempo libre, con áreas de juegos o de descanso), de tráfico (una función que comienza a considerarse relevante a finales del XIX). Mientras la calle es principalmente un lugar de tránsito, que captura la vida pública en pausas momentáneas, la plaza pública es un destino, un escenario construido a propósito para el ritual y la interacción.

En las mejores plazas, en las más logradas, se ha cuidado su composición. Pero también su uso. La piazza del Campo de Siena, por ejemplo (un espacio de especial dignidad), siempre se mantenía limpia y no admitía actividades indeseables (como el esquilado o la matanza de animales). E incluso estaban proscritas del mercado las operaciones bancarias (por temor a la usura). Un estatuto de 1262 fijaba sus características en 19 artículos.

2. La Plaza Mayor de Valladolid. La plaza mayor de Valladolid es la primera y más grande plaza mayor regular que aparece en España. Un espacio de 80-86 x 124-126 m², que fue reordenado después del incendio de 1561 conforme a nuevas pautas compositivas (traza y “monteas” uniformes, proporciones) y técnicas (materiales, cortafuegos). Está estudiada en Alejandro Rebollo Matías, La plaza y mercado mayor de Valladolid, 1561-1595 (Universidad de Valladolid, 1988). Las trazas y las monteas (alzados uniformes de las casas de la plaza y calles adyacentes), en cap. 4, 6 y 7. Sobre el trazadista, Javier Rivera Blanco, “Francisco de Salamanca, trazador mayor de Felipe II (1514-1573)”, en BSEAA, tomo XLIX (Valladolid, 1983), pp. 297-324. Y sobre plazas mayores, Luis Cervera Vera, Plazas mayores de España, I (Madrid, Espasa-Calpe, 1990).

Posee una forma especialmente adecuada, que invita al encuentro y favorece la estancia. Ni tan abierta como para que se diluya el recinto, ni tan cerrada que cueste el acceso. De geometría clara, todo recuerda ese énfasis en lo civil que es propio de este tipo de espacios. Como el perímetro de soportales. Su variedad de uso. O su decidida peatonalización. Paolo Portoghesi denominaba a este tipo de plazas con la siguiente sugerente expresión: “el espacio de las miradas”. Las voces y las miradas, a cielo descubierto.

Aunque la ocupación de su centro por la escultura del Conde Ansúrez es discutible (se hace con un espacio central que si estuviese libre sería de todos), tanto el tratamiento uniforme del pavimento como del alumbrado y de la mayor parte de las fachadas proporciona esa coherencia morfológica (y cromática) que suele ser bien apreciada por la población. Le vendría bien algo de arbolado, aunque fuese sólo en los bordes. En el subsuelo central se construyó un aparcamiento de dos plantas. El acceso a esa instalación obliga a que parte del espacio se comparta con los vehículos a motor; que también la atraviesan al sur (autobuses y taxis), excepcionalmente. Tiene “ornato de luces”, especialmente llamativo en el caso del Ayuntamiento, donde ondean banderas. La publicidad de banderolas o rótulos está muy contenida. Tanto que las pancartas que ocasionalmente se cuelgan de los balcones resultan, por su excepcionalidad, muy llamativas (“Love is in the air”, se leyó hace algunos años sobre el Lyon d´Or).

Sobre su suelo no se asientan habitualmente muchos artefactos que sin embargo aparecen en otras plazas de la ciudad. Aquí se ve una pantalla que nadie mira. Y sobre todo, una orla de grandes terrazas en las fachadas del norte, este y sur. Pero cuando hay otras actividades se multiplican las vallas, cables, gradas, escenarios y todo tipo de construcciones provisionales. Desde la Cabalgata de Reyes y las instalaciones de Navidad hasta los escenarios de las fiestas de septiembre, pasando por el Teatro de Calle, las procesiones de Semana Santa, los pregones, los caballitos o distintas manifestaciones culturales ocupan buena parte del espacio disponible. Habría que calcular los días del año en que hay actividades específicas en la plaza. Pero probablemente superen la proporción de 1 a 5. Uno de cada cinco días (según una impresión personal) los usos excepcionales toman la plaza.

3. Propuesta de criterios. Por lo general son usos y ocupaciones que conviven bien con el carácter de la plaza. Pero hay ocasiones en que lo trastornan. Y la sensación de incomodidad o disfuncionalidad se apodera de este espacio. Un ejemplo especialmente inconveniente es el del campeonato de pádel que hoy mismo avasalla la Plaza Mayor. Por eso parece procedente señalar algunos criterios de uso que permitan discriminar la conveniencia o inconveniencia de permitir desarrollar algunas propuestas de ocupación de la plaza.

1. Tiempo, plazos. Conviene respetar ciertos momentos o periodos “de descanso”, libres de instalaciones, con la plaza desnuda, sin artefactos extraños. De manera que habría que limitar el tiempo de ocupación (¿un máximo de un mes, en Navidad, como excepción, y quince días en las demás ocasiones, por ejemplo?), con espacios entre actividades de al menos otro mes.
2. Tipos de uso. Preferentemente públicos, de acceso libre, y de marcado interés social. Especialmente culturales o festivos. Evitar la creación de grandes recintos cerrados.
3. Evitar molestias intensas o alargadas en el tiempo, al vecindario. Especialmente por ruidos o explosiones. (Convendría señalar algún periodo máximo).
4. Evitar costes al Ayuntamiento, en el caso de que no sea el organizador. Especialmente en la necesidad de mayor vigilancia y seguridad, limpieza, posibles deterioros en la urbanización, etc.
5. Garantizar una adecuada seguridad pública (y de acceso de vehículos de emergencia) y una buena circulación, especialmente peatonal.
6. Reducir o al menos controlar el impacto visual. Limitando el volumen de los posibles elementos que se dispongan. Un indicador de volumen máximo puede ser el del escenario de las actuaciones musicales, con la separación que guarda respecto a las fachadas próximas.
7. Maximizar los beneficios sociales y, en su caso, económicos para la ciudad.

Debería, en todo caso, atenderse al cumplimiento de todos los criterios. Sin que, por ejemplo, el último de ellos fuese excusa para el incumplimiento de los demás.

4. Tramitación y participación. Debería tramitarse este protocolo (que no tiene vocación de ordenanza, sino simplemente de conjunto de indicaciones) de forma que pudiese ser debatido previamente, con amplia participación pública, enriquecido y finalmente asumido.


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